Manuel Rodríguez Paseiro: el gallego que fundó la capital del Sahara por 500 pesetas

La ciudad de El Aiún, capital del Sahara, la fundó un gallego, Manuel Rodriguez Paseiro, y costó 500 pesetas. El ‘Caíd Manolo’, como era conocido, fue un personaje popular entre las tribus nómadas saharauis, incluidos los tuaregs.

Manuel Rodriguez Paseiro, mecánico de profesión y natural de La Coruña, llegó al Sahara como soldado de reemplazo en los años 30 destinado al Destacamento Militar de Cabo Juby (actual Tarfaya). En aquellos días, los españoles no podían salir fuera de de aquel cuartel aislado en medio del desierto debido a las facciones rebeldes que pululaban por la zona.

Entre los saharauis

Sin embargo, al soldado Manolo no le gustaba estar siempre recluido en el cuartel y tenía una diversión; una diversión peligrosa que podía costarle caro: salir del cuartel vestido de saharaui y alternar con los lugareños. Gracias a su tez morena y a su don de lenguas – aprendió rápidamente la hassanía (dialecto derivado del árabe) – pudo pasar inadvertido entre los nativos.

Mujeriego, indisciplinado y juerguista

Pero Manolo era muy juerguista y mujeriego, y una noche estando con una mujer saharaui, esta, al descubrir su miembro viril no circuncidado como era la costumbre musulmana, comenzó a gritar: « ¡Un cristiano, un cristiano! ». Los gritos alertaron a los miembros de una tribu nómada local que lo apresaron y lo llevaron ante su líder, el Caíd Salah, que le acuso de ser un espía y le amenazó con cortarle la cabeza y mandársela al coronel español que mandaba el cuartel de Cabo Juby. Manolo suplicó al Caíd Salah y le confesó que se había escapado del cuartel sin permiso. Finalmente el líder tribal anuló su sentencia y poco a poco comenzaron a entablar amistad.

Un buen día se presentaron ante el fuerte militar el Caíd Salah y miembros de la tribu preguntando por el ‘Caíd Manolo’. El cuerpo de guardia, estupefacto, no sabían quien podía ser ese ‘Caíd Manolo », pero pronto se percataron y avisaron al soldado Manolo que, arrestado, estaba en la cocina del cuartel pelando patatas. Meses atrás había sido ascendido a sargento pero su constante indisciplina le causaron su degradación.

Una nueva ciudad en el desierto

La gran amistad y popularidad que tenía con los saharuis y especialmente con el Caíd Salah llamó la atención del Coronel del Destacamento Militar de Cabo Juby, que le mandó llamar para que le hablara de su amistad con el Caíd y de cómo podía hacer para que estas tribus fueran aliadas de los españoles.

Manolo le respondió que lo que más desean es tener una ciudad ya que desde que la mítica ciudad santa de Smara desapareció bajo las arenas del desierto no tenían ninguna ciudad. No es que les gustase disponer de una ciudad para vivir, ya que ellos eran nómadas, pero sí un lugar donde reunirse para comerciar, negociar, celebrar fiestas o consensuar matrimonios.

La construcción de El Aiún

El coronel, siguiendo los consejos del soldado, ordenó a este que buscase un lugar con agua para construir un zoco alrededor. Manolo se puso manos a la obra y acompañado del hijo del Caíd Salah, Mohamed, y de su fiel compañero de aventuras, el tuareg Mulay, buscaron agua hasta encontrar el viejo cauce de La Sequía El Hamra, un lugar perfecto para excavar un pozo. Cuando lo terminaron, se decretó una norma: todo aquel que quisiera darle de beber al ganado deberá traer piedras y dedicar una día completo a construir la ciudad. Manolo ponía de su bolsillo el té y el azucar (los saharauis tenían la costumbre de reunirse por la noche en el campamento para beber té y hablar durante horas).

Cuando se terminó de construir el zoco, asistió a su inauguración el Capitán General de Canarias que le preguntó a Manolo: ¿Cuánto a costado todo esto? Manuel Rodríguez Paseiro le dio un papel y le respondió: « por el té y el azucar de la construcción de la ciudad de El Aiún, 500 pesetas ».

En busca de la ciudad santa de Smara

Pero no fue solo la fundación de El Aiún la única proeza de este gallego. Años más tarde, el ‘Caíd Manolo’ iba por el desierto cuando se tropezó con un moribundo. Le preguntó qué hacía allí, tan lejos de todo, y el hombre le indicó que estaba buscando la ciudad santa de Smara. Manolo lo cuidó durante unos días e intentó disuadirle de su empeño en vano. Visto que no conseguía que cambiase de opinión le regaló su mejor camello, agua y alimentos para que continuara su busqueda.

Tiempo después ese hombre apareció en Agadir asegurando que había encontrado la ciudad de santa Smara y que había escrito un poema que había guardado en una botella en el interior de la mezquita. A los pocos meses murió y todos le tomaron por loco.

Sin embargo, Manolo sí dio credibilidad a aquel hombre al que auxilió tiempo atrás y se limitó a preguntar en qué zona había dicho que se encontraba la ciudad. Acompañado por sus fieles Mohamed Salah y el tuareg Mulay exploró la región hasta encontrar la mezquita y la botella con el poema en su interior de Videchauge, que era el nombre del viajero francés.

Smara es en la actualidad la segunda ciudad más importante del Sahara después de su capital, El Aiún, donde la huella de Manuel Rodríguez Paseiro ha desaparecido completamente.

Fuente 

 
Tags : Sahara Occidental, El Aaiún, Caid Manolo, Manuel Rodríguez Paseiro,

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