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Por: Nayi Mohamed Mansur
El exministro israelí de Seguridad, Dani Yatom, solía presumir en las reuniones del gobierno israelí de ser el autor de la teoría del « cauterizar la conciencia palestina », que dio resultados al contribuir a la erosión y fragmentación de la OLP tras la firma de los Acuerdos de Oslo.
La teoría se basa en infligir el mayor daño material y moral posible a los palestinos, hasta que ellos mismos lleguen a convencerse de la imposibilidad de establecer un Estado palestino independiente.
Sin embargo, lo más peligroso de esta teoría no era la dimensión material —que se manifestó en la política de romper los huesos de los activistas de la Intifada adoptada por Yitzhak Rabin en los años 80 a instancias del propio Yatom— sino la guerra psicológica dirigida a la opinión pública palestina para influir en ella por todos los medios. El objetivo estratégico consistía en crear un bloque palestino dispuesto a comprometerse y aceptar ofertas mínimas respecto a sus derechos, a cambio de privilegios económicos y de seguridad. El éxito de este plan contribuyó a dividir el frente palestino y abortar el proyecto de independencia nacional.
La razón por la cual traigo a colación estos hechos es la semejanza existente hoy entre el curso de la causa saharaui y el de la causa palestina, en cuanto a los métodos utilizados por el adversario —Israel respecto a los palestinos y Marruecos respecto a los saharauis— para frustrar el proyecto de libertad e independencia de ambos pueblos.
He señalado en varios artículos y publicaciones anteriores que Marruecos ha emprendido una guerra de conciencia desde hace tiempo. Pero sus rasgos no se hicieron plenamente visibles hasta la revolución de las redes sociales, que se han convertido en un arma poderosa para poner en práctica los planes de esta guerra.
Esta guerra apunta a la opinión pública saharaui, porque la batalla por la opinión pública es, en las guerras psicológicas, la batalla decisiva. El adversario busca provocar una fractura interna en el frente nacional mediante la difusión de una falsa conciencia sobre el conflicto saharaui que contradiga la conciencia nacional auténtica. En este contexto, los conceptos juegan un papel determinante, pues se formulan nuevos términos para construir un relato alternativo que compita con el relato nacional consensuado.
Como se trata de un enfrentamiento discursivo, el adversario necesita elaborar un nuevo relato basado en nuevos conceptos. Y se presentan entonces dos relatos paralelos ante la gente. Para ello, el adversario inunda las redes sociales con discursos, publicaciones, comunicados, anuncios, imágenes y declaraciones con el fin de generar confusión entre la opinión pública saharaui.
Usa también la técnica de la repetición para imponer su relato y consolidar la confusión, con el propósito de influir en la conciencia colectiva y preparar la ruptura del frente saharaui y la erosión del consenso en torno a la organización política como representante legítimo y único del pueblo saharaui.
La aparición de « Saharauis por la Paz » no se aparta de este marco, ya que todos los indicios muestran que se trata principalmente de una fabricación de los servicios de inteligencia marroquíes, nacida en las redes sociales. Representa, por lo tanto, una « falsa conciencia » destinada a ser difundida entre los saharauis para influir en su conciencia nacional.
He pasado días leyendo las publicaciones y comunicados de quienes se adscriben a este movimiento, y he concluido que buscan promover un discurso ilegítimo, sin base científica, sin sustento histórico, sin arraigo social y sin profundidad política. Dependen en su promoción de técnicas audiovisuales, foros virtuales y todo lo digital para alcanzar al mayor número posible de personas. Esto demuestra claramente que este marco es expresión de una falsa conciencia cuyos promotores temen descender a la realidad y enfrentar a los saharauis con pruebas concretas.
No obstante, esto no significa que deba subestimarse el asunto; al contrario, debemos tomarlo muy en serio y actuar bajo la suposición de que sus promotores puedan tener éxito en dividir el frente nacional saharaui, especialmente si parten de la premisa de que los saharauis están ganando la batalla de la conciencia que se libra contra ellos.
Nada debe dejarse al azar. El Estado de Israel no fue más que una idea expresada por Theodor Herzl en un bar de Hungría mientras estaba ebrio, y fue recibida con risas y burla; no obstante, décadas después se convirtió en una realidad tangible.
Está claro que la guerra no terminó con la firma del alto el fuego en 1991, sino que continuó con otras formas y nuevas armas. El arma más decisiva de los saharauis, junto con el ejército, es la del « organización política », verdadera máquina ideológica que mantiene el nivel necesario de conciencia nacional, produce el discurso movilizador saharaui, mantiene viva la llama del sentimiento nacional y fortalece la cohesión saharaui, ante todo en el plano de la conciencia. Es además una escuela para la formación de cuadros saharauis. Los mejores dirigentes —el mártir El Uali Mustafa Sayed, el mártir Balla Ahmed Zein, el mártir Mahfud Ali Beiba y el mártir M’Hamed Jadad— son producto de esta escuela.
Sin embargo, el proceso de construcción institucional de la identidad política saharaui condujo a destinar la mayor parte de los recursos a la construcción del Estado, descuidando la organización política, que es el corazón palpitante del pueblo saharaui y la fábrica que provee al Estado y a la sociedad de líderes capaces de orientar y encuadrar a los ciudadanos, con una capacidad de influencia que traspasa incluso el ámbito internacional.
La respuesta a esta peligrosa guerra de conciencia que apunta al proyecto nacional saharaui debe ser institucional y a largo plazo. Esto solo será posible mediante el fortalecimiento de la organización política saharaui, la recuperación de su papel central, la modernización de sus mecanismos y su ubicación en el corazón de los procesos de orientación, encuadramiento y movilización. Porque la batalla sigue siendo una batalla de liberación, y el motor de esta lucha sigue siendo la « organización política ».
Fuente : Facebook (traducción automática del árabe)

