La cumbre, lejos de encarnar un avance decisivo, revela sobre todo los límites del acercamiento hispano-marroquí. Rabat esperaba un gesto fuerte, Madrid ofreció una postura mínima.
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La decimotercera Reunión de Alto Nivel entre Marruecos y España, celebrada los días 3 y 4 de diciembre, transcurrió en una atmósfera de contención poco habitual. Rabat esperaba obtener un apoyo político explícito a sus ambiciones sobre el Sáhara Occidental, pero Madrid optó por una puesta en escena mínima, sin rueda de prensa conjunta y con una comunicación reducida a lo esencial. Esta opacidad, denunciada por la Federación de Asociaciones de Periodistas de España y por la Asociación de la Prensa de Madrid, refleja una prudencia calculada.
Esta discreción pone de manifiesto los frágiles equilibrios a los que Pedro Sánchez debe ceñirse. Subraya las tensiones internas de su gobierno, las restricciones diplomáticas regionales y los límites de un acercamiento con Rabat que Madrid se niega a llevar hasta la alineación con la postura francesa.
La fuerte señal de Yolanda Díaz
La primera señal fuerte llegó desde el propio ejecutivo español. Yolanda Díaz, segunda vicepresidenta y líder de SUMAR, optó por boicotear el encuentro y publicar un mensaje de distanciamiento. Afirmó que España no podía ceder ni un solo centímetro de tierra saharaui y, en un vídeo, leyó un poema saharaui: «Hoy se celebra en nuestro país una reunión de alto nivel con Marruecos, y lo decimos claro: no cederemos ni un solo centímetro de la tierra del Sáhara… Hoy y siempre, viva el Sáhara libre».
Ningún ministro de su espacio político participó en los trabajos, lo que ilustra una profunda divergencia entre el PSOE de Sánchez, comprometido desde 2022 con un acercamiento estratégico a Rabat, y las fuerzas de izquierda que consideran este giro como una ruptura con el derecho internacional y una traición al pueblo saharaui.
Expectativas marroquíes…
Marruecos afrontaba esta cumbre con un objetivo claro: capitalizar un contexto internacional favorable. La resolución del Consejo de Seguridad adoptada en octubre, que tomaba nota del plan de autonomía, fue interpretada en Rabat como un apoyo implícito. La prensa marroquí anunciaba que el reino deseaba que España se alineara con la postura francesa, que reconoce explícitamente la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental. Según El Independiente, Rabat incluso habría intentado obtener de Sánchez un reconocimiento político a cambio de concesiones en asuntos sensibles relacionados especialmente con Canarias. Madrid no ofreció nada de eso.
Pese a las presiones, Pedro Sánchez no cruzó la «línea Macron», cuyos efectos en la relación entre París y Argel siguen siendo graves. Fiel al giro diplomático de 2022, mantiene una postura de equilibrista que consiste en apoyar el plan de autonomía sin llegar al reconocimiento de soberanía. La declaración final se limita a saludar la resolución de la ONU y no aporta ningún compromiso nuevo sobre asuntos sensibles como la delimitación marítima en torno a Canarias, el espacio aéreo del Sáhara o la gestión de los recursos naturales.
Inmovilismo español calculado
Esta contención se explica por varios factores. Un reconocimiento pleno y total del Sáhara marroquí provocaría una crisis inmediata con Argelia, principal proveedor de gas y socio estratégico para Madrid en materia de seguridad y migración. Sánchez, debilitado por casos de corrupción que afectan a su entorno, debe además lidiar con una coalición inestable donde SUMAR amenaza regularmente con romperla por este tema. Los representantes de Canarias observan con preocupación el acercamiento a Rabat y se oponen firmemente a cualquier debate que pueda influir en la delimitación marítima o la explotación de los recursos naturales. Por último, Madrid se niega a repetir la experiencia francesa, cuya alineación con Rabat ha deteriorado gravemente sus relaciones con Argel.
La cumbre, lejos de encarnar un avance decisivo, revela sobre todo los límites del acercamiento hispano-marroquí. Rabat esperaba un gesto fuerte, Madrid ofreció una postura mínima. La contención española no es una debilidad, sino una estrategia de supervivencia diplomática y política, destinada a preservar a Argel, mantener la coalición y evitar una crisis en Canarias. Al negarse a cruzar la «línea Macron», Sánchez da a entender que España no puede ir más allá del apoyo al plan de autonomía sin poner en peligro sus equilibrios vitales.
Fuente : Maghreb Emergent, 05/12/2025
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