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El hacker Jabaroot decidió poner fin a su campaña contra la poderosa Dirección general de vigilancia del territorio nacional (DGST). Anunció el pasado 27 de agosto el cese de sus actividades cibernéticas. « A finales del mes de agosto, Jabaroot dejará de publicar y volverá cuando sea necesario. Quizás sea la última oportunidad, para quien le importe, de reorganizar las prioridades y dejar de lado la necedad. Quien tenga su casa de cristal no debería lanzar piedras a los demás », escribió Jabaroot en su cuenta de Telegram.
Antes de su ida, el misterioso hacker denunció un complot contra el príncipe heredero Moulay El Hasan. Según el, « alguien quiere un rey a la medida. » Para ello, revela Jabaroot, la DST utilizó a un cocinero llamado Reynaud Biong para poner espironolactona en la comida del príncipe heredero.
El cocinero, añade, fue reclutado por Azzedine Nassih, un agente de la antena de la DGST de Casablanca presidida por Abderrahim Hamidine, al que Jabaroot acusa, con pruebas consecuente de haber comprado, a pesar de su modesto salario de funcionario, una villa con piscina en California, uno de los barrios más lujosos de la ciudad marroquí.
En las semanas que precedieron al escándalo, el principal blanco de la ira de Jabaroot era Mohamed Raji, conocido en Rabat como el «Señor Escuchas», cerebro de las escuchas ilegales y directamente responsable de la implementación del programa espía Pegasus, que el Majzén utilizó para espiar los teléfonos móviles del presidente del gobierno español Pedro Sánchez, del presidente francés Emmanuel Macron y de otros ministros de ambos países.
Pero Jabaroot no se detuvo allí: sus publicaciones han implicado a personalidades marroquíes como ministros, jueces, altos funcionarios de la DGST (Dirección General de la Seguridad del Estado), e incluso al entorno del rey Mohamed VI. Una de las misiones de Raji era precisamente servir de intermediario entre el palacio y los servicios de seguridad y proteger los secretos e informaciones sensibles del régimen.
En junio pasado, arremetió contra el ministro de Justicia, Abdellatif Ouahbi. «Señor Ministro, ayer habló usted de Jabaroot en el Parlamento. Le dimos la oportunidad de intentar mejorar las cosas, en interés del pueblo marroquí, de la justicia y de la verdad. Desgraciadamente, en lugar de aprovechar esa oportunidad de oro y convertirse en un héroe, eligió recurrir a la mentira y a la negación, recitando ingenuamente los falsos informes que le entregaron y echando la culpa a otros. Sepa usted que Jabaroot lleva a cabo investigaciones profundas. Tendrá que asumir las consecuencias…», advirtió.
La venganza del hacker llegó un mes más tarde, cuando se reveló que Ouahbi había solicitado un préstamo de 11 millones de dírhams (1,2 millones de dólares) en 2020 para adquirir una propiedad en uno de los barrios más lujosos de la capital, Rabat. «Lo reembolsó el 15 de julio de 2024 (en solo cuatro años), lo cual es paradójico teniendo en cuenta el salario de un simple ministro. Normalmente, tardaría al menos 18 años.» «El 12 de agosto de 2024, donó el inmueble a su esposa, pero declaró su valor en apenas 1 millón de dírhams para evadir impuestos. Eso constituye un delito muy grave, sobre todo para un ministro de Justicia. Este es solo un ejemplo de los documentos que tenemos en nuestro poder; esperen lo que viene…», esctibió con tono amenazante.
El mayor escándalo revelado hasta ahora por Jabaroot ocurrió hace unas semanas, en plena ola de calor de agosto. Publicó la lista más explosiva jamás vista: diez altos responsables de la DGST identificados por su nombre, número de documento nacional de identidad y datos bancarios. Un verdadero retrato instantáneo del poder en la sombra. Sus blancos fueron: Rezrazi Abdellah, director de contraespionaje; El Blidi Sif Eddine, director de recursos humanos y amigo personal del rey; Hamidine Abderrahim, director regional de la DGST en Casablanca; Rhandour Abdellah, septuagenario y jefe de gabinete del todopoderoso jefe de inteligencia marroquí, Abdellatif Hammouchi; Mohamed Raji, responsable de las escuchas telefónicas y arquitecto de Pegasus; Zahdine Mohamed, director regional en Tánger; Bouarourou M’Hamed, un experto contable familiarizado con los flujos financieros de la droga; Habboub Cherkaoui, director de la Oficina Antiterrorista; Benyahoud Lbachir, director regional de la DGST en Rabat; y Belfaida Abdellatif, encargada del contraespionaje avanzado.
El expediente muestra que Raji y su socio Rachid Hassani compraron en diciembre de 2023 un polígono industrial entero en Beni Mellal, a los pies del Medio Atlas, por 30 millones de dírhams (unos 3 millones de euros), una fortuna imposible de justificar con su salario oficial de 25 000 dírhams al mes (2 400 euros).
Con la llegada del software espía sionista Pegasus, Raji se convirtió en «el hombre más poderoso de la DGST». Tenía carta blanca para espiar a opositores, periodistas, activistas, ministros, empresarios e incluso a jefes de Estado.
Hoy, las filtraciones de Jabaroot lo presentan como un millonario cuya fulgurante ascensión es difícil de explicar: propiedades en barrios exclusivos de Rabat, contratos de equipos de espionaje con Hungría, Chipre y Luxemburgo, sociedades pantalla en Francia y un socio clave, Rachid Hassani, acusado de blanquear comisiones ilegales. Ambos dejaron deliberadamente « backdoors » o puertas traseras en los sistemas de vigilancia para obtener copias de la información recopilada y, en algunos casos, venderlas a servicios de inteligencia europeos y Oriente Medio.
Los documentos van aún más lejos. Según las filtraciones, la DGST no solo habría espiado a opositores, sino también a oficiales superiores del ejército, ministros e incluso al propio Palacio Real. Entre los objetivos figuran el primer ministro Aziz Akhannouch, su esposa Salwa y sus hijas, así como la familia real, cuyos teléfonos encriptados habrían sido infectados con un código malicioso. «Ni siquiera el rey y su familia se salvaron del espionaje de sus servicios de inteligencia y de la venta de sus datos», afirma Jabaroot. La filtración incluso sugiere que una facción interna prepara el terreno para destituir a Hammouchi.
Pegasus, de fabricación israelí, al que Marruecos tuvo acceso gracias a su alianza con los Emiratos Árabes Unidos y Tel Aviv, se convirtió en un arma para otorgar al régimen un control absoluto. Pero Jabaroot demostró que las puertas traseras dejadas deliberadamente en el sistema permiten a terceros –potencias extranjeras o exagentes rebeldes– acceder a datos secretos. La humillación es doble: la DGST, que se creía invulnerable, quedó expuesta ante sus enemigos.
Las filtraciones de Jabaroot también han salpicado a personalidades clave del gobierno actual. Como Fatima Zahra Mansouri, alcaldesa de Marrakech, ministra de Vivienda y posible candidata al cargo de primera ministra, quien parece estar vinculada a una fortuna de 46 000 millones de dírhams (5 000 millones de euros). Miembro del Partido Autenticidad y Modernidad, creado por el palacio real, denuncia una «campaña de difamación externa».
El ministro de Asuntos Exteriores, Nasser Bourita, tampoco se salvó del escándalo público, pues Jabaroot lo acusa de haber firmado transacciones inmobiliarias fraudulentas por varios millones de dólares a través de sociedades ficticias. En total, entre 2022 y 2023, el jefe de la diplomacia marroquí transfirió cerca de 1,6 millones de dólares en activos inmobiliarios.