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Sahara Occidental : Los acuerdos nulos de Madrid

JULIO D. GONZÁLEZ CAMPOS*
Fuente : El País, 18/09/1977

Como tantos otros episodios de la política exterior de la dictadura, el asunto del Sahara Occidental aún conserva muchos de sus aspectos en la sombra. Entre ellos, el singular desenlace que le diera El Gobierno presidido por el señor Arias Navarro, el 14 de noviembre de 1975, fecha en que éste firma en Madrid con los representantes de los Gobiernos de Marruecos y Mauritania una «declaración de principios» sobre el territorio bajo administración española. Este acuerdo internacional, al igual que las posteriores medidas encaminadas a su ejecución, creo que nunca ha sido aceptado por una gran parte de la opinión pública española, que aún sigue preguntándose cómo pudo llegarse a tal solución. De otra parte, las consecuencias de aquel acuerdo todavía siguen pesando dolorosamente no sólo sobre el destino del pueblo saharaui, sino sobre nuestras propias relaciones exteriores en la actualidad. Parece obligado, por tanto, tratar de esclarecer el alcance de aquel acto, no tanto para juzgar un pasado político ya muerto, sino porque este pasado, en el caso del Sahara Occidental, aún sigue afectando el futuro de nuestras relaciones internacionales.

Por el acuerdo de Madrid, el Gobierno aceptó dar por terminada la presencia española en el territorio antes del 28 de febrero de 1976, creándose una «administración temporal» del Sahara Occidental, en la que se incluían, junto a las autoridades españolas encargadas de liquidar la anterior administración colonial, dos Gobiernos adjuntos nombrados por Marruecos y Mauritania. Con ello, se abrió el camino para la inmediata ocupación militar del territorio por parte de los dos Estados -no sin encontrar una fuerte resistencia armada de su población- y para su posterior reparto entre ambos, realizado en el acuerdo de 14 de abril de 1976. Este resultado es tanto más sorprendente ya que el Gobierno español había defendido reiteradamente -ante, los órganos políticos de las Naciones Unidas (NU) y, con abundantes pruebas documentales, ante el Tribunal Internacional de Justicia-, que ninguno de los dos Estados a los que ahora se entregaba el territorio poseía título jurídico alguno sobre el mismo. Extremo que fue reconocido por el principal órgano judicial de las NU en su dictamen consultivo del 16 de octubre de 1975.

Correlativamente, el Gobierno español admitió en dicho acuerdo que la voluntad del pueblo saharaui, que debía expresarse libremente en un referéndum celebrado bajo los auspicios y la garantía de las NU, podía ser reemplazada por la apariencia de una consulta a la «Yemaa», que se realizó sin contar con un gran número de sus miembros y ante la presencia de las fuerzas de ocupación marroquíes. Resultado no menos sorprendente, porque se halla en abierta contradicción con anteriores declaraciones españolas, entre ellas, la hecha por el entonces jefe del Estado, el 21 de septiembre de 1973, que afirmaba que el pueblo saharaui era «el único dueño de su destino» y que el Estado defendería «la libertad y la voluntad de libre decisión» de los habitantes del territorio. Y contradecía también la comunicación hecha por el Gobierno español a las NU en el verano de 1974 aceptando la celebración de un referendum en el territorio para 1975, como le había solicitado reiteradamente la Asamblea General de la Organización.

Los hechos, en la sombra

Es esta comunicación la que abre la crisis final en el asunto del Sahara, por obra de la iniciativa diplomática de Marruecos. Pero el hecho es que en octubre de 1975, como se afirma en el informe de la Misión de Visita de las NU. la población saharaui residente en el territorio, deseaba, en su inmensa mayoría, acceder a la independencia. Y el Tribunal Internacional de Justicia, en el citado dictamen consultivo de 16 de octubre de 1975, afirmaría, dada la inexistencia de anteriores vínculos de soberanía entre el Sahara Occidental y Marruecos o el conjunto mauritano en el pasado que, nada se oponía «a la aplicación del principio de la libre determinación, a través de la expresión libre y auténtica de la voluntad de las poblaciones del territorio».Cabe preguntarse, legítimamente, qué hechos determinaron -entre el 14 de octubre y el 14 de noviembre de 1975- este doble resultado final. Pero los hechos, como dije antes, aún permanecen en su mayor parte en la sombra. Quedan, ciertamente, las imágenes de aquel período -en el que las noticias sobre el Sahara Occidental compartían con los partes médicos un lugar destacado en los medios de comunicación-, como indicios que tratan de explicar un acto del Gobierno español por el que se condenó al pueblo saharaui a una nueva dominación colonial. Entre ellas, sin duda, un lugar de primer orden corresponde a la «marcha verde»; pero los documentos de las NU han revelado un hecho entonces ocultado a la opinión pública española: que la marcha se inició y realizó en el entendimiento del Gobierno español de que si la marcha se realizaba en un área limitada y por tiempo también limitado, no se produciría una respuesta armada por parte de las fuerzas españolas ante la penetración en el territorio. Quedan también las imágenes de las reuniones del Consejo de Seguridad, convocado a instancias del Gobierno español, la enérgica actitud de los representantes españoles y la condena por este órgano de la «marcha verde»; sin que Marruecos -tal vez por gozar de un decidido apoyo diplomático de Estados más poderosos- se dignase a aceptar sus resoluciones. Y también conservamos, en la confusión de aquel momento, las imágenes de los viajes y de las negociaciones sucesivas, entre el Gobierno español y los de Marruecos y Mauritania, entre el 21 de octubre y el 3 de noviembre. Si hemos de creer la declaración hecha por SM el Rey de Marruecos al representante especial del secretario general de las NU, señor Lewin, el 4 de noviembre de 1975, en esta fecha ya se habían convenido las principales disposiciones de la que sería la Declaración de Madrid y en ella se estipulaba, según el soberano alauita. «la transferencia de soberanía por parte de la potencia administradora a Marruecos y Mauritania».

El gran «show» marroquí

De este modo, el inicio de la «marcha verde», el siguiente día 5 de noviembre, adquiere un sentido más real. Fue, ciertamente, un gran «show» marroquí, al que no faltaron- las imágenes de TVE para mayor impacto en la confusa opinión pública; pero también era, de otra parte, el gesto simbólico que preludiaba la posterior anexión del territorio. En esta perspectiva, hoy resuenan como huecas las censuras dingidas por el ininistro señor Carro Martínez a la conducta de las Naciones Unidas, en el pleno de las Cortes del 18 de noviembre de 1975, así como-tantas apelaciones improcedentes al honor del Ejército español, que nunca estuvo en juego en aquella crisis.Pero los hechos de aquel período -aún siendo insuficientemente conocidos en todos sus aspectos- permiten, no obstante, establecer ciertas conclusiones muy precisas, conforme al derecho internacional en vigor. En primer término, que si un territorio no autónomo, como el Sahara Occidental, «tiene en virtud de la Carta una condición jurídica distinta y separada de la del territono del Estado que lo administra» y esta condición subsiste hasta que el pueblo de dicho territorio «haya ejercido libremente su derecho de libre determinación de conformidad con la Carta», el acuerdo de Madrid, de 14 de noviembre de 1975, es nulo, pues el Gobierno español no podía hacer entrega del territorio, como se pactó, a los Gobiernos de Marruecos y Mauritania. Su retirada del Sahara Occidental hubiera requérido el establecimiento de una administración del territorio, a cargo de las Naciones Unidas, pero nunca la concertada con estos dos Estados y seguida de la ocupación militar por parte de los mismos.

En segundo lugar, dado que el derecho de libre determinación de los pueblos es hoy una norma imperativa de Derecho internacíonal, que no admite pacto alguno en contrario, la «Declaración de Principios» hecha en Madrid, el 14 de noviembre de 1975, es nula, por ser contraria a estas normas de jus cogens. En efecto, el objeto y fin de dicho acuerdo fue privar al pueblo saharaui, mediante una ocupación militar de su territorio, del derecho a expresar libremente su voluntad, mediante un referéndum. La consulta a la «Yemaa» que figura en el citado acuerdo, al constituir una simple farsa, no fue otra cosa que una flagrante burla del Derecho de las Naciones Unidas y que éstas se negaron a admitir, rechazando el envío de un representante del secretario general.

«Crimen, internacional»

Finalmente, la violación grave de una obligación internacional de importancia esencial para la salvaguardia del derecho a la libre determinación de los pueblos «como la que prohibe el establecimiento o el mantenimiento por la fuerza de una dominación colonial», constituye un hecho internacionalmente ilícito, que da lugar a la responsabilidad internacional del Estado ante la comunidad internacional y que a juicio de la Comisión de Derecho Internacional de las Naciones Unidas, debe ser calificada como un «crimen internacional». Los actos realizados por los Gobiernos de Marruecos y Mauritania con posterioridad al 14 de noviembre de 1975, al ocupar militarmente el territorio del Sahara Occidental y proceder a su reparto, puede estimarse que quedan comprendidos en el supuesto del precepto anteriormente citado, pues, de hecho, equivalen a establecer una nueva -y más cruel- dominación colonial del territorio.A mi juicio, corresponde a las Cortes surgidas de las elecciones del 15 de junio, solicitar, mediante la creación de una comisión especial, una completa y detallada información sobre los hechos que condujeron a la firma del acuerdo de Madrid. Y una vez determinados éstos, si las anteriores conclusiones son correctas, adoptar un acuerdo por el que se declare que, a juicio del Estado español, la Declaración de Principios hecha en Madrid, el 14 de noviembre de 1975, es un acuerdo nulo, conforme al Derecho Internacional en vigor, y, consiguientemente, que el Gobierno debe orientar su política internacional, en relación con la cuestión del Sahara Occidental, en toda ocasión y circunstancia, de conformidad con este acuerdo. La posición actual del Gobierno español, por su inherente ambigüedad, resulta difícilmente admisible, pues equivale a admitir el acuerdo de Madrid, pese a su nulidad y negarse a reconocer los efectos del mismo.

*Catedrático de Derecho Internacional – Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 18 de septiembre de 1977

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DEBATE EN LA COMISIÓN DE EXTERIORES DEL CONGRESO

Carro: acalorada defensa de la política descolonización del Sahara

PABLO SEBASTIAN – ISMAEL FUENTE LAFUENTE
El País, 16/03/1978

El ex ministro de la Presidencia Antonio Carro, hombre sobre el que recayó una de las mayores responsabilidades en la última fase de la descolonización del Sahara, defendió acaloradamente la política que se siguió con respecto al territorio ex español, y dijo no sólo que ésta había sido la más favorable a España, sino la única viable en aquellos momentos, «en contra de lo que se ha podido decir estos días en esta Comisión ».Los dieciséis fólios de discurso, preparados concienzudamente por Carro y que tuvieron como consecuencia inmediata un enfrentamiento verbal con el embajador en la ONU, Piniés, en el descanso siguiente a su parlamento), en presencia de diputados y periodistas, respondieron al alto clima de expectación que reinaba estos días en la Comisión de Relaciones Exteriores ante la comparecencia del hombre al que, junto con Arias Navarro, se le considera uno de los artífices de la política seguida con la antigua colonia española.

Para Antonio Carro la descolonización del Sahara no fue una operación maximalista. La sombra de la guerra estuvo presente a diario, y se corrió el riesgo de que la zona se vietnamizase. Hasta las dos grandes potencias -Estados Unidos y Unión Soviética- presionaron sobre la zona, con riesgo claro de un estallido bélico de efectos mundiales. «No ocurrió lo peor. Tampoco diré que lo mejor. Pero sí lo menos malo de lo que la gran tensión en la zona pudo generar. »

«La desconolización del Sahara se produjo dentro de una cierta normalidad.» Esto dijo Antonio Carro antes de hacer una larga cita histórica de todos los procesos de descolonización del último siglo de las principales potencias europeas. «Mi intuición de hombre de Estado, antes que de hombre de partido, me induce a presentaros la descolonización como un hecho favorable a España, y que históricamente no permitió solución distinta a la adoptada. Y estoy seguro de que la mayor parte de los que hoy se sientan en esta comisión hubieran hecho exactamente lo mismo que lo que nosotros tuvimos que hacer en aquellos momentos.» «Quiero decir también que en ningún momento se eligió a Marruecos en vez de a Argelia. Simplemente elegimos a España.» Carro hizo entonces una historia de las posiciones de los países interesados en la zona, toda ella bajo el prisma del intento de aplicación del estatuto de autonomía para el Sahara de 1974 y de la paralela enfermedad de Franco (verano de 1974), cuando, según sus palabras, se iniciaron los movimientos reivindicativos de Marruecos y la solidaridad de los países árabes en favor de éste, incluido Argelia.

Entonces España comunicó su decisión de celebrar el referéndum sobre autodeterminación del Sahara en los seis primeros meses de 1975, pero «la avisada imaginación del rey Hassan II provocó un incidente dilatorio de singular efecto». Se refería Carro a la petición de Hassan II de que fuese el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya quien dictaminase sobre el dominio histórico de la región.

España aceptó la resolución, aun a sabiendas de que sería muy difícil llegar al referéndum, pero al menos se lograba distender la atención en la zona y se lograba romper la solidaridad de las naciones árabes con Marruecos, ya que Argelia apoyaba la tesis española de autodeterminación. Carro había hallado de un riesgo grave de conflicto militar en la zona entre España y Marruecos en el verano de 1974.

Tres opciones

El ex ministro de la Presidencia planteó que, como consecuencia de los hechos citados en la primavera de 1975, a España solamente le quedaban tres opciones: una, entregar la independencia de forma unilateral al Sahara, aunque España no podía hacerlo porque era sólo potencia administradora y no podía transferir una soberanía que no tenía. Dos, pactar con Marruecos, pero eso era imposible, porque el monarca alauita no admitía otra negociación que no fuese la de la transferencia de la soberanía. Y tres, transferir las responsabilidades del territorio a la ON U.

Con esta última idea se pidió a las Naciones Unidas -prosiguió Carro- el envío de cascos azules y se invitó a una misión de la ONU a visitar el territorio. Tras este viaje, a la vista de la hostilidad del pueblo saharaui contra España, se preparó minuciosamente en el verano de 1975 (esto es, antes de la marcha verde) la Operación Golondrina y se anunció la decisión española de precipitar la transmisión de poderes.

Tras una serie de consideraciones sobre la actitud del Ejército en el Sahara (del que Carro destacó su disciplina, su gallardía y su aguerrimiento), dijo que en la Península se hubiera reprobado cualquier sacrificio estéril de los soldados españoles en el Sahara.

España intentó apoyarse en la ONU -continuó-, y lo único que obtuvo fueron resoluciones contradictorias. «No quedaba otra alternativa que la de poner a salvo nuestros intereses. Por eso se intentó obtener un acuerdo con las partes interesadas.»

La « marcha verde » fue una sorpresa

Para España, la marcha verde fue una sorpresa y una gran amenaza El día 2 de noviembre, con la marcha verde a punto de entrar en el Sahara, la respuesta de las Naciones Unidas a España fue la de «caución y moderación». «Es increíble la respuesta de la ONU cuando las metralletas marroquíes estaban sonando cerca de nuestro territorio».

«Fue preciso en todo momento evitar cualquier riesgo de guerra», prosiguió. «El 7 de noviembre de 1975, el embajador marroquí en Madrid visitó al presidente Arias, en un momento crítico en que la marcha verde se encontraba dentro del Sahara, y de ahí salió la utilidad de mi viaje a Agadir al día siguiente.» Carro desveló que entonces no fue muy difícil la negociación con el monarca alauita, aunque éste le pidió que firmara un pacto favorable a los intereses marroquíes. Al fin se materializó un acuerdo en una carta de Carro dirigida a Hassan, en la que se pedía que para seguir negociando fuese preciso la retirada de la marcha marroquí sobre el Sahara, al tiempo que Hassan 11 dirigía una carta al entonces jefe de Estado en funciones, el hoy rey Juan Carlos, en la que se pedía la entrega por parte del Estado español a Marruecos y Mauritania de todas las responsabilidades en el Sahara.

Posteriormente llegaron las negociaciones. De ellas, el ex ministro de la Presidencia dijo que en todo momento los acuerdos de Madrid, o mejor, la declaración de Madrid, entre los jefes de Gobierno de España, Marruecos y Mauritania, se habían escrito con pluma española; es decir, que los Gobiernos marroquí y mauritano no habían escrito prácticamente ninguna palabra en el texto. Y que, en cualquier caso, una lectura pausada de la declaración de Madrid dejaba bien claro que no era otra cosa que una declaración unilateral de retirada por parte de España, sin que ello entrañase una cesión a Marruecos y Mauritania.

«Porque lo único que se hizo fue abandonar el Sahara sin entregar el mismo a los ejércitos marroquí y mauritano, sino que éstos se limitaron a ocupar las posiciones que los españoles iban dejando libres.»

La larga intervención de Antonio Carro dejó bien claro que el proceso descolonizador del Sahara estaba sin terminar y que en todo momento, tal como se sucedieron los hechos, no se pudo actuar de otra firma. «Para España -repitió en varias ocasiones- no hubo otra alternativa y se optó por el mal menor. El peligro, el riesgo, una vez superado, se olvida fácilmente, pero en aquellos momentos los intereses de España y de sus aguerridas Fuerzas Armadas hubo que situarlos por encima de todos los demás intereses en juego. Y gracias a ello nuestra fue la iniciativa, nuestro el dominio de la situación y el final de la operación fue satisfactorio para los intereses de España.»

Incidente Carro-Piniés

El incidente entre los señores Carro y Piniés, en un tono casi violento y en medio de los pasillos de la Comisión, se produjo cuando este último negó ante los periodistas dos afirmaciones del ex ministro: que España había solicitado la presencia de la ONU y de sus cascos azules en el territorio, y que nuestro Gobierno no supo, hasta su convocatoria, de la marcha verde. Piniés negó contundentemente las dos afirmaciones. Ambos se acusaron públicamente de no estar diciendo la verdad.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 16 de marzo de 1978

Tags : Sahara Occidental, Frente Polisario, Marruecos, España, acuerdo de Madrid, 14 de noviembre 1975, Marcha Verde,

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